He de reconocer que tiene algunos momentos de esos en los que uno se rie solo mientras lee. Y se lee de un tirón. Pero cuando acaba, uno termina con una sensación de trivialidad que no tiene nada que envidiar a la que adorna a la presentadora protagonista del libro.
En fin que es estupendo para un viaje en autobús o para leer en la consulta del odontólogo. Y ya.
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